Poesia
Poemas seleccionados

 

"la poesia pone al lenguaje en estado de emergencia"
Gaston Bachelard

 

de "El cuaderno verde del Che"

Canción carioca
(Nicolás Guillén)

Te hablaron ya de Río,
del Pan, del Corcovado
y el sanguinario estío?
                 Te han hablado?

De la boite encendida
y el salón apagado,
del verdor de la vida,
                       Te han hablado?
Del carnaval rupreste,
semental desbocado,
rojo arcángel terrestre,
                    Te han hablado?

Del mar y la campaña,
del cielo repujado,
que ni una nube empaña,
                    Te han hablado?

Yo te hablo de otro río:
del Río de Janeiro
de no-techo, sí-frío,
hambre-sí, no-cruzeiro.

Del llanto sin pañuelo,
del pecho sin escudo,
de la trampa y el vuelo,
de la soga y el nudo.

El jazz en soirée
sacude el aire denso;
yo pienso en el café
(y lloro cuando pienso).

Mas pienso en la favela.
la vida allí estancada
es un ojo que vela.
y pienso en la alborada.

Te hablaron ya de río,
con su puñal clavado
en el pecho sombrío?
                        Te han hablado?

Un canto para Bolívar
(Pablo Neruda)

…Pero hacia la esperanza nos conduce tu sombra,
el laurel y la luz de tu ejército rojo
A através de la noche de América con tu mirada mira.
Tus ojos que vigilan más allá de los mares,
más allá de los pueblos oprimidos y heridos,
más allá de las negras ciudades incendiadas,
tu voz nace de nuevo, tu mano otra vez nace:
la libertad sacude las campanas sangrientas,
y un sonido terrible de dolores precede
la aurora enrojecida por la sangre del hombre.
Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos.
La paz , el pan, el trigo, de tu sangre nacieron,
de nuestra joven sangre venida de tu sangre
saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos.
Yo conocí a Bolívar una manãna larga,
en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,
Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?
Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:
“Despierto cada cien años cuando despierta el Pueblo”.

Alturas de Macchu Picchu
(Pablo Neruda, fragmento)

En la  escarpada zona, piedra y bosque,
polvo de estrellas verdes, selva clara,
Mantur  estalla como un lago vivo
o como un nuevo piso del silencio.

Ven a mi propio ser, al alba mía,
hasta las soledades coronadas.
El reino muerto vive todavía.

Y en el reloj la sombra sanguinaria
del cóndor cruza como una nave negra.

sobre Palenque
(del próprio Che)

Qué fuerza te mantiene más allá de los siglos
viva y palpitante como en la juventud? ¿Qué dios sopla, al final de la jornada
el hálito vital de tus estelas?

de Marcela Armengod

de "Las mejores letras de Tango"

EL choclo
(Enrique Santos Discépolo)

Con este tango, que es burlón y compadrito,
se ató dos alas la emoción de mi suburbio;
con este tango nació el tango, y como un grito
salió del sórdido barrial buscando el cielo.
Conjuro extraño de un amor hecho cadencia
que abrió caminos sin más ley que su esperanza;
mezcla de rabia, de dolor, de fe, de ausencia,
llorando en la inocencia de un ritmo juguetón.

Por tu milagro de notas agoreras
nacieron sin pensarlo las paicas y las grelas;
luna en los charcos, canyengue en las caderas,
y un ansia fiera en la manera de querer…

Melodía de Arrabal
(Alfredo Le Pera y Mario Battistella Zoppi)

Barrio plateado por la luna,
rumores de milonga
es toda tu fortuna.
Hay un fueye que rezonga
en tu cortada mistonga,
mientras que una pebeta
linda como una flor
espera, coqueta,
bajo la quieta
luz de un farol.

¡Barrio...! ¡Barrio,
que tenés el alma inquieta
de un gorrión sentimental!
¡Penas...! ¡Ruego,
es todo el barrio malevo
melodía de arrabal!

Barrio de tango
(Homero Manzi)

Un pedazo de barrio, allá en Pompeya,
durmiéndose al costado del terraplén;
Un farol balanceando en la barrera
y el misterio de adiós que deja el tren...
Un ladrido de perros a la luna,
el amor escondido en un portón
y los sapos redoblando en la laguna
y a lo lejos la voz del bandoneón…

Barrio de tango, luna y misterio;
calles lejanas, ¿dónde andarán?
Viejos amigos que hoy ni recuerdo,
¿qué se habrán hecho, dónde estarán?

de las "Obras Completas de Jorge Luis Borges"

Palermo de Buenos Aires
(poema em prosa, fragmento)

En los tanteos de Palermo están la chacra decente y el matadero soez; tampoco faltaba en sus noches alguna lancha contrabandista holandesa que atracaba en el bajo, ante las cortaderas cimbradas. Recuperar esa casi inmóvil prehistoria seria tejer incesatamente una crónica de infinitesimales procesos: las etapas de la distraida marcha secular de Buenos Aires sobre Palermo, entonces unos vagos terrenos anegadizos a espaldas de la patria. Lo más directo, según el proceder cinematográfico, seria proponer una continuidad de figuras que cesan: un arreo de mulas viñateras, las chúcaras con la cabeza vendada; un agua quieta y larga, en la que están sobrenadando unas hojas de sauce; una vertiginosa alma en pena enhorquetada en zancos, vadeando los torrenciales terrenos; el campo  abierto sin ninguna cosa que hacer; las huellas del pisoteo porfiado de una hacienda, rumbo a los corrales del Norte; un paisano (contra la madrugada ) que se apea del caballo rendido y le degüella el ancho pescuezo; un humo que se desentiende en el aire. Así hasta la fundación de Don Juan Manuel: padre ya mitológico de Palermo, no meramente histórico, como ese Domínguez-Doménico de Groussac. La fundación fue a brazo partido. Una quinta dulce de tiempo en el camino a barracas era lo acostumbrado entonces. Pero Rosas queria edificar, quería la casa hija de él, no saturada de forasteros destinos no probada por ellos. Miles de carradas de tierra negra fueron traidas de los alfalfares de Rosas (después Belgrano) para nivelar y abonar el suelo arcilloso, hasta que el barro cimarrón de Palermo y la tierra ingrata se conformaron a su voluntad...

Más allá del ramal del ferrocarril del oeste, que iba por centroamérica, haraganeaba entre banderas de rematadores el barrio, no sólo sobre el campo elemental, sino sobre el despedazado cuerpo de quintas, loteadas brutalmente para ser luego pisoteadas por almacenes, carbonerías, traspatios, conventillos, barberías y corralones. Hay jardín ahogado de barrio, de esos con palmeras enloquecidas entre material y entre fierros, que es la reliquia degenerada y mutilada de una gran quinta.

Palermo era una despreocupada pobreza. La higuera oscurecía sobre el tapial; los balconcitos de modesto destino daban a días iguales; la perdida corneta del manisero exploraba el anochecer. Sobre la humildad de las casas no era raro algún jarrón de mampostería, coronado áridamente de tunas: planta siniestra que en el dormir universal de las horas parece corresponder a una zona  de pesadilla, pero que es tan sufrida realmente y vive en los terrenos más ingratos y en el aire desierto, y la consideran distraídamente un adorno. Había felicidades también: el arriate del patio, el andar   entonado del compadre, la balaustrada con espacios de cielo...

Hacia el agua zaina del río, hacia el bosque, se hacia duro el barrio. La primera  edificación de esa punta fueron los mataderos del Norte, que abarcaron unas dieciocho manzanas entre las venideras calles Anchorena, Las Heras, Austria y Beruti, y ahora sin más reliquia verbal que el nombre la Tablada, que le escuché decir a un carrero, insipiente de su antigua justificación. He inducido al lector a la imaginación de ese dilatado recinto de muchas cuadras, y aunque los corrales desaparecieron el setenta, la figura es típica del lugar, atravesado siempre de fincas –el cementerio, el hospital Rivadavia, la cárcel, el mercado, el corralón municipal, el presente lavadero de lanas la cervecería, la quinta de Hale- con pobrerío de golpeados destinos alrededor. Esa quinta era por dos razones mentada: por los perales que la chiquilinada del barrio saqueaba en clandestinos malones y por el aparecido que visitaba el la calle Agüero, reclinada en el brazo de un farol la cabeza imposible. Porque a los verdaderos peligros de un compadraje cuchillero y soberbio, había que sumar los fantásticos de una mitología forajida; la viuda y el estrafalario chancho de lata, sórdidos como el bajo, fueron las más temidas criaturas de esa religión de  barrial. Antes había sido una quema ese norte: es natural que gravitaran en su aire basuras de almas. Quedan esquinas pobres que si no se vienen abajo es porque están apuntalándolas todavía los compadritos muertos.
Bajando por la calle de chavango (después Las Heras) el último boliche del camino era La Primera Luz, nombre que, a pesar de aludir a sus madrugadores hábitos, deja una impresión –justa- de ciegas calles atascadas sin nadie, y al fin, a las cansadas vueltas, una humana luz de almacén. Entre los fondos del cementerio colorado del Norte y los de la  Penitenciaría, se iba incorporando del polvo un suburbio chato y despedazado, sin revocar: su notoria denominación, la Tierra del fuego. Escombros del principio, esquinas de agresión o de soledad, hombres furtivos que se llaman silbando y que se dispersan de golpe en la noche lateral de los callejones, nombraban su carácter. El barrio era una esquina final. Un malevaje de a caballo, un malevaje de chambergo mitrero sobre los ojos y de apaisanada bombacha, sostenía por inercia o por impulsión una guerra de duelos individuales con la policía. La hoja del  peleador orillero, sin ser tan larga –era lujo de valientes usarla corta- era de mejor temple que el machete adquirido por el Estado, vale decir con predilección del costo más alto y el material más ruin. La dirigía un brazo más ganoso de atropellar, mejor conocedor de los rumbos instantáneos del entrevero.  Por la sola virtud de la rima, ha sobrevivido a un desgaste de cuarenta años un rato de ese empuje:

Hágase a un lao, se lo ruego,
que soy de la Tierra’ el juego.

No sólo de peleas; esa frontera era de guitarras también.

Águas de Março
(Tom Jobim)

É pau, é pedra, é o fim do caminho
É um resto de toco, é um pouco sozinho
É um caco de vidro, é a vida, é o sol
É a noite, é a morte, é o laço, é o anzol
É peroba do campo, é o nó da madeira
Caingá, candeia, é o matita pereira
É madeira de vento, tombo da ribanceira
É o mistério profundo, é o queira ou não queira
É o vento ventando, é o fim da ladeira
É a viga, é o vão, festa da cumeeira
É a chuva chovendo, é conversa ribeira
Das águas de março, é o fim da canseira
É o pé, é o chão, é a marcha estradeira
Passarinho na mão, pedra de atiradeira
É uma ave no céu, é uma ave no chão
É um regato, é uma fonte, é um pedaço de pão
É o fundo do poço, é o fim de caminho
No rosto o desgosto, é um pouco sozinho
É um estrepe, é um prego
É uma ponta, é um ponto
É um pingo pingando
É uma conta, é um conto
É um peixe, é um gesto
É uma prata brilhando
É a luz da manhã, é o tijolo chegando
É a lenha, é o dia, é o fim da picada
É a garrafa de cana, o estilhaço na estrada
É o projeto da casa, é o corpo na cama
É o carro enguiçado, é a lama, é a lama
É um passo, é uma ponte
É um sapo, é uma rã
É um resto de mato na luz da manhã

São as águas de março fechando o verão
É a promessa de vida no teu coração

É uma cobra, é um pau
É João, é José
É um espinho na mão
V um corte no pé

São as águas de março fechando o verão
É a promessa de vida no teu coração

É pau, é pedra, é o fim de caminho
É um resto de toco, é um pouco sozinho
É um passo, é uma ponte
É um sapo, é uma rã
É um belo horizonte, é uma febre terçã

São as águas de março fechando o verão
É a promessa de vida no teu coração

 

de "Elefante"
(Francisco Alvim)

:
o ser humano é o seguinte

Aberto

Às vezes o olhar caminha
na trama da luz
sem curiosidade alguma
qualquer devaneio
Vai em busca do tempo
E o tempo, como o sempre,
vazio de tudo
não esta longe
esta aqui, agora
O olhar sem memória
Sem destino
Se detém
No ar do ar
Na luz da luz
Lugar?

Sombra

Chove nos edifícios
E na erma galeria
De esquadrias de vidro
Sujo

Chove nos edifícios
E também em sua sombra
De bípede que palmilha
Esta e mais outra trilha

Aquele edifício negro
Na sombra amarela, imensa
Assombra toda a cidade

A ti, não

Aqui

Meu corpo é o divã
À esquerda deste espelho
Quantas roupas
Espalhadas no soalho
E a vontade de poder
Que por toda parte se vê
Aqui não tem mar tem céu
E ficamos claustrófobos
Panos de chão irrisórios
Do cosmo

Carnaval

Sol

Esta água é um deserto

O mundo, uma fantasia

O mar, de olhos abertos
Engolindo-se azul

Qual o real da poesia?

Quer ver?

Escuta

del "Libro sobre nada"
(Manoel de Barros)

As coisas tinham para nós uma desutilidade poética

Nasci para administrar o à-toa,
o em vão,
o inútil

Pensar que a gente cessa é íngreme. Minha alegria ficou sem voz.

Com pedaços de mim eu monto um ser atônito

O maior apetite do homem é desejar ser. Se os olhos vêem com amor o que não é, tem ser.

Prefiro as linhas tortas, como Deus

Só as coisas rasteiras me celestam.

Preciso de atrapalhar as significâncias. (Para limpar das palavras alguma solenidade – uso bosta.)
Sou muito higiênico. E pois. O que ponho de cerebral nos meus escritos é apenas uma vigilância pra não cair na tentação de me achar menos tolo que os outros. Sou bem conceituado para parvo. Disso forneço certidão.

Carrego meus primórdios num andor.
Minha voz tem um vicio de fontes.
Eu queria avançar para o começo.
Chegar ao criançamento das palavras.
Lá onde elas ainda urinam na perna.
Antes mesmo que sejam modeladas pelas mãos.
Quando a criança garatuja o verbo pra falar o que não tem.

As coisas que não tem dimensões  são muito importantes.
Assim o pássaro tu-you-you é mais importante por seus pronomes do que por seu tamanho de crescer.
É no ínfimo que eu vejo a exuberância.

Prefiro as máquinas que servem para não funcionar:
Quando cheias de areia de formiga e musgo – elas podem um dia milagrar as flores.

Tudo que não invento é falso.
Há muitas maneiras serias de não dizer nada, mas só a poesia é verdadeira.
Tem mais presença em mim o que me falta.
Sou muito preparado de conflitos.

Onde eu não estou as palavras me acham.

A terapia literária consiste em desarrumar a linguagem a ponto que ela
expresse nossos mais fundos desejos.

O artista é um erro da natureza. Beethoven foi um erro perfeito.

Por pudor sou impuro.

O branco me corrompe.

Não gosto da palavra acostumada.

A minha diferença é sempre menos.

Palavra poética tem que chegar ao grau de brinquedo para ser séria.

Não preciso do fim para chegar.

Do lugar onde estou já fui embora.

de "HÖLDERLIN Y LA ESENCIA DE LA POESÍA"
(Martin Heidegger)

...Nos repugna pisar una flor – y es ahora santayana quien nos habla – porque 
su forma  produce en nuestra fantasía esa otra especie de flor que llamamos
belleza…

… el hombre es por natura la bestia paradójica, un animal absurdo que necesita lógica.
Creó de nada un mundo y, su obra terminada,
 ya estoy en el secreto, dijo todo es nada…

…Que le monde est un défaut
dans la pureté du mon-être…

Tarde llegamos, amigos y tan tarde!
Cierto que viven los dioses.

Sí, sobre nuestras cabezas, allá arriba, en otro mundo, en acción eterna;
Y, en apariencia, despreocupados de si vivimos.

Tanto cuidado ponen los Celestes en no herirmos!
Frágil vasija no pudiera de continuo contenerlos,
 que sólo de tiempo en tiempo soporta el hombre
el colmo divino.

Ensueños de ellos, no otra cosa está en trance de ser la vida.

Mas cual sueño ligero viene Error a socorrernos;
Fuerza nos dan
necesidad y
la noche,
hasta que héroes crecidos en cuna de bronce
ileguen como en tiempos ya lejanos a tener
corazones que puedan por sus fuerzas igualar
a los del cielo.

Será su venida entre truenos;
Mientras tanto, con frecuencia,
mejor me parece dormir;
y cual estoy ahora, así aguardar sin compañero.
Entre tanto, qué pudiera hacer o decir? ---no lo sé.

Ni sé qué falta hagan poetas en tiempos de miseria.

A pesar de todo, los hay –me dirás.
Y son cual aquellos sacerdotes consagrados al dios
del vino, que, de tierra en tierra, en noche sagrada erraban perdidos.

de "LA ALEGRIA LA TIERRA PROMETIDA"
(Giuseppe Ungaretti)

Tal vez nace

Hay niebla que nos borra

tal vez nace un río aquí arriba

Escucho el canto de las sirenas
del lago donde estaba la ciudad

Nasce forcé

C’è la nebbia che ci cancella
nasce forse un fiume quassù

Ascolto il canto delle sirene del lago dov’era la città

Eterno

Entre una flor recogida y otra regalada
La inexpresable nada

Eterno

Tra un fiore colto e l’altro Donato
I’ inesprimibile nulla

de Fernando Pessoa

"Para ser grande, sê inteiro"
(Ricardo Reis)

Para ser grande, sê inteiro: nada
Teu exagera ou exclui.
Sê todo em cada coisa. Põe quanto és
No mínimo que fazes.
Assim em cada lago a lua toda
Brilha, porque alta vive

"Autopsicografia"

O poeta é um fingidor.
Finge tão completamente
Que chega a fingir que é dor
A dor que deveras sente.

E os que lêem o que escreve,
Na dor lida sentem bem,
Não as duas que ele teve,
Mas só a que eles não têm.

E assim nas calhas de roda
Gira, a entreter a razão,
Esse comboio de corda
Que se chama coração.

 

de Sergio Godinho

Lisboa que amanhece

Cansados vão os corpos para casa
dos ritmos imitados de outra dança
a noite finge ser
ainda uma criança
de olhos na Lua
com a sua
cegueira razão e do desejo

A noite é cega e as sombras de Lisboa
são da cidade branca a escura face
Lisboa é mãe solteira
amou como se fosse
a mais indefesa
princesa
que as trevas algum dia coroaram

Não sei se dura sempre esse teu beijo
ou apenas o que resta desta noite
o vento enfim parou
já mal vejo
por sobre o Tejo
e já tudo pode ser tudo aquilo que parece
na Lisboa que amanhece

O Tejo que reflecte o dia à solta
à noite é prisioneiro dos olhares
ao cais dos miradouros
vão chegando dos bares
os navegantes
amantes
das teias que o amor e o fumo tecem

E o Necas que julgou que era cantora
que as dádivas da noite são eternas
mal chega a madrugada
tem que rapar as pernas
para que o dia
não traia
Dietrichs que não foram nem Marlenes

Não sei se dura sempre esse teu beijo [...]

Em sonhos, é sabido, não se morre
aliás essa é a única vantagem
de, após o vão trabalho
o povo ir de viagem
ao sono fundo
fecundo
em glórias e terrores e venturas

E ai de quem acorda estremunhado
espreitando pela fresta a ver se é dia
a esse as ansiedades
ditam sentenças
friamente ao ouvido
ruído
que a noite, a seu costume, transfigura

Não sei se dura sempre esse teu beijo [...]

 

de João Cabral

A lição de poesia

1. Toda a manhã consumida
como um sol imóvel
diante da folha em branco:
princípio do mundo, lua nova.
Já não podias desenhar
sequer uma linha;
um nome, sequer uma flor
desabrochava no verão da mesa:
nem no meio-dia iluminado,
cada dia comprado,
do papel, que pode aceitar,
contudo, qualquer mundo.

2. A noite inteira o poeta
em sua mesa, tentando
salvar da morte os monstros
germinados em seu tinteiro.
Monstros, bichos, fantasmas
de palavras, circulando,
urinando sobre o papel,
sujando-o com seu carvão.
Carvão de lápis, carvão
da idéia fixa, carvão
da emoção extinta, carvão
consumido nos sonhos.

3. A luta branca sobre o papel
que o poeta evita,
luta branca onde corre o sangue
de suas veias de água salgada.
A física do susto percebida
entre os gestos diários;
susto das coisas jamais pousadas
porém imóveis — naturezas vivas.
E as vinte palavras recolhidas
nas águas salgadas do poeta
e de que se servirá o poeta
em sua máquina útil.
Vinte palavras sempre as mesmas
de que conhece o funcionamento,
a evaporação, a densidade
menor que a do ar.

Publicado no livro O engenheiro (1945).

 

de Ariel Ramirez / M.E. Espiro

La Tristecita

Sangre del ceibal
Que se vuelve flor
Yo no se porqué
Hoy me hiere mas
Tu señal de amor

Samba quiero ir
Al atardecer
Capullo de luz
Que quiere ser sol
Y no puede ser

Hay tristecita
Tristecita igual
Que llovizna azul
Murmurándole
Al cañaveral

El viento la trae
Se la lleva el sol
Sueño en el trigal
Y sobre el sauzal
Lamento de amor

Yo siento llegar
Del cerro su voz
Pañuelo ha de ser
Y lo he de prender
Sobre el corazón

Hay tristecita
Tristecita igual
Que llovizna azul
Murmurándole
Al cañaveral

 

de Antonio Machado

Caminante no hay camino (fragmento)

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar...

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar...